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Miércoles, 24 Mayo 2017 13:00

Las poderosas lecciones del colombiano que escaló el Everest con una pierna y una prótesis

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Las poderosas lecciones del colombiano que escaló el Everest con una pierna y una prótesis

Para Nelson Cardona la cumbre más difícil de su vida ha sido superar la gran dificultad sicológica y física que le quedó tras haber volado 18 metros por un abismo en el Nevado del Ruiz y sufrir múltiples heridas en todo el cuerpo. Su Everest más difícil fue desprenderse de su pierna derecha, que le quedó disfuncional y tuvo que ser amputada.

Eran las 6:00 a.m. del 2 de marzo de 2006 y se estaba preparando para subir el Everest, la montaña más peligrosa del mundo, la cual escaló cuatro años después con una pierna, la que le quedó, la izquierda. Se convirtió en el primer latinoamericano “con capacidades especiales” en subir la cima y el tercero en el mundo.

Pero antes, dos años después del accidente, ya había subido al Aconcagua con varios soldados amputados por las minas antipersona. Y hace poco terminó de hacer las siete cumbres más altas de cada continente, siendo el primer latinoamericano en hacerlo y de los primeros en el mundo en lograrlo.

“El día que sufrí mi accidente estaba muy bien preparado físicamente. Fue una bendición quedar parapléjico y no morir”, dice Nelson, quien estuvo un año colgado al techo de un hospital, otro en una silla de ruedas y uno más andando en muletas. “Entonces esa resiliencia que cada uno de nosotros tiene se hizo presente, vi que una pierna no me servía y tuve que desprenderme, prescindir de algo que me estaba haciendo daño”.

¿Te imaginas qué pensarías tú, sabiendo que el mundo sigue sin ti y que no tienes ninguna posibilidad de volver a caminar? Me pregunta Nelson. No acabo de digerir semejante situación y él mismo se responde: “Pero si Dios está dentro de ti, es la fuerza que te inspira y te motiva para pararte, tienes que ser muy fuerte para vencer esos miedos, esos demonios, para romper los paradigmas que te atacan”.

Para Nelson el 80% es la actitud y el 30% de la parte física es volver a creer. Hay que hacer que las cosas sucedan. Y yo no hubiera hecho eso si no me hubiera parado de la silla de ruedas. Yo tengo que moverme, darle acción. Todo en la vida empieza como un sueño. Y se queda en sueño si no le colocas color, brillo, para que se vuelva realidad. A las ideas hay que darles forma para que se hagan realidad. Hay que trazarse objetivos claros y propósitos. Y a estos hay que darles movimiento, acción, para llegar a tu propio Everest personal.

El éxito de la persona depende de la forma como esta asume la complejidad del desafío, el 20% de las competencias aprendidas en la vida, según Nelson. “El 80% de la actitud o disposición tiene que ser positiva, cuando es negativa, no podrás alcanzar tus metas. Tú puedes llegar a la cima de tu propio Everest o quedarte relegado en tu zona de confort, tú decides”, dice.

Nelson, además de subir tres veces al Everest, ha escalado muchos otros montes en la vida. “Imagínate que yo nací en Manizales, a principios de 1963, después de un terremoto, pues víctima de este, mi madre se accidentó y me parió. Nací al revés, de pies y no de cabeza como nacen la mayoría de bebés. Llegué al revés al mundo, en medio de una dificultad, pero llegué para vencer lo imposible”.

Cuenta el menor de los Cardona que su padre lo llevaba a la montaña, “fue mi maestro, mi mejor amigo, mi viejo alcahueta. Me enseñó los sonidos del silencio y la música del viento”.

​A los 12 años se fue de casa y por ocho años estuvo internado en las selvas del Putumayo y del Amazonas, navegando por sus ríos. A los 20 volvió hecho un marinero y pidió perdón por el daño causado a su familia, que lo daba por desaparecido y hasta por muerto.

No tardó en irse, esta vez a los nevados, y se convirtió en guardaparques del sistema de parques nacionales durante 20 años. “Mi padre decía que las montañas eran la máxima expresión del espíritu y yo quería cuidar la vida, el agua, la naturaleza”, afirma Nelson, quien estuvo de sus 20 a sus 40 años de edad.

En el Nevado del Ruiz conoció a Marcelo Arbeláez y Juan Pablo Ruiz, los primeros en escalar montañas en Colombia. “Me invitaron a hacer parte del equipo de ellos porque decían que yo tenía fuego en la mirada cuando me hablaban de proyectos, de sueños, de objetivos. Me llevaron a las montañas más altas de Suramérica y luego del mundo”.

Después ocurrió el accidente que lo dejó parapléjico, pero no sólo se levantó él sino que se llevó consigo a algunos soldados del ejército colombiano que habían caído en minas antipersonales, a la montaña más alta de América, el Aconcagua, con total éxito.

Pero como él dice, “cuando uno llega a una cima no es el fin sino el medio para llegar a otras más altas”, se fue para el Everest, y no le bastó haber llegado a la cima de esa, la montaña más alta del mundo, se involucró en el megaproyecto internacional ‘Las siete cumbres más altas del mundo’. “Quería demostrar que la discapacidad no está sino en nuestra mente”.

Entonces escaló el Everest en Asia, el Kilimanjaro en África, el Aconcagua en Argentina, el Macizo Vinson en Antártida, el monte Elbrús en Rusia; la montaña más alta de Norteamérica, el monte McKinley, y acaba de llegar con sus compañeros del monte Carstensz, donde, dice, que vencieron imposibles.

“Para llegar a la base de la montaña nos tocó cruzar una selva durante cinco días. Carstensz tiene la particularidad de que queda en un lugar muy lejano para los colombianos (en Papúa, Nueva Guinea) y eso era impensable para un equipo de Colombia. Los patrocinadores, que nos dieron una mano, han sido parte fundamental en este logro para hacerlo realidad”, relata.

Las montañas son como las mujeres

El montañista Nelson Cardona asegura que "cada uno es el arquitecto de su propio destino y es capaz de convertir cualquier situación difícil en una oportunidad para el éxito, si se lo propone”.

Aunque la montaña más alta que ha escalado es el Everest, con 8.848 metros, no ha sido la más difícil: “todas las montañas son como las mujeres, todas son hermosas, pero con personalidades diferentes, en ocasiones se ponen bravas, pero todas son lindas. Hasta la que parece más bajita o pequeña, es todo un reto, como el monte Carstensz, que tenía 4.884 metros, tuvimos que pasar por las selvas de Papúa, llenas de bichos, de pantano, de lluvia, se convirtió incluso en una montaña más difícil que el mismo Everest”.

Advierte que no se puede subestimar una montaña por pequeña que esta sea. “A las montañas, al igual que a las mujeres, no hay que comprenderlas, hay que amarlas, si te pones a comprender a una mujer, perdóname, pero mueres loco”.

Tampoco hay que mirar tanto hacia atrás. “Tengo una filosofía, siempre pienso que tengo que llegar a la cima, pero que tengo que prepararme para hacerlo. He ido al Everest tres veces, dos de ellas con mis dos piernas y la tercera con una sola pierna. ¿En qué radica eso? ¿Es algo físico? No, es mental. Es una cuestión más emocional que física”, reflexiona.

La Carstensz, la séptima de las cumbres más altas que ha escalado, no será la última, porque él dice “la cima no es el fin, es el medio para llegar a otra”.

Es así como entre junio y julio planea ir al Mont Blanc y al Matterhorn en Suiza, íconos del alpinismo. Y se alista para una carrera de ciclomontañismo

Lecciones de la montaña

“Todo en la vida empieza como un sueño y se queda en sueño si no le pones color, brillo, para que se vuelva realidad. Hay que trazarse objetivos y darles acción, para subir tu Everest”, dice Nelson Cardona.

Especial para El País

1. A reinventarse

“Frente a cualquier situación personal, empresarial o de equipo que tengas, si tú no cambias, no trasciendes o no innovas, estás en camino a desaparecer. Esa reingeniería humana fue la que me hizo escalar mi más difícil Everest, que fue desprenderme de mi pierna y escalar otros Everest.

Pero primero hay que romper paradigmas, eliminar prejuicios que tenemos, despojarnos del ‘qué dirán’ y decir ‘sí puedo’, ‘voy a lograrlo’, ‘voy a conquistar mi sueño’, ‘soy más de lo que yo pensaba’. Esa fuerza interior que necesito está dentro de mí. Es como una programación neurolingüística. Y como siempre, no puedo lograrlo sin una inspiración por la cual luchar. Sin mi esposa, sin mis niñas, sin mi mamá, todo lo que hemos dicho tan bonito, sería casi imposible de lograr”.

2. Escalar tus Everest

​“Escalar montañas equivale a escalar metas personales, organizacionales y empresariales. Van de la mano. Ambas requieren liderazgo, trabajo en equipo, toma de decisiones en momentos críticos, planeación y logística.

Todos tenemos un Everest por escalar, ‘mi familia, mis proyectos, mis sueños, mis objetivos, son mis Everest’. Para cumplirlos necesitamos ser más protagonistas que víctimas, para salir de las dificultades y volverlas oportunidades. Debemos valernos de esa capacidad de resiliencia que hay en cada uno para tener éxito”.

3. Preparación mental más que física

​“La preparación tiene que ser más mental que física, eso es 70%-30%. 70% implica la preparación mental, psicológica y emocional. Tengo que comenzar a diseñarme emociones a mí mismo y a diseñarle emociones a otras personas, para hacer que me acompañen. Porque un líder es quien hace vibrar a otros por su propio sueño.

Y debes empezar por creer en ti. Cuando empieces cualquier proyecto, por pequeño que sea, tienes que pensar que va a hacer el más grande y que va a ser un éxito total. Cuando tienes la primera duda, esa ecuación de resultados para el éxito va a ser negativa”.

4. Hay que dejar de quejarse

“Uno tiene que desprenderse de muchas cosas en la vida, dejar la quejadera, dejar de echarle la culpa al mundo. Todos los días habrá menos posibilidades para los seres humanos, habrá menos agua, menos oxígeno, menos trabajo, habrá más caos vehicular.

La única forma en que puedo cambiar es haciéndome una reingeniería, cambiando. No esperes que el mundo cambie, cambia tú mismo, despréndete de paradigmas, de los resentimientos contigo mismo y la sociedad, de los miedos, de la envidia que es el mismo miedo hecho realidad, hay que desprenderse para alcanzar tu felicidad”.

5. La discapacidad está en la mente

“Lo que la mente es capaz de concebir y creer, tú lo puedes lograr. La riqueza no radica en lo que se tiene sino en lo que se da. Hay que tener gratitud con todo, por este humilde trabajo o este gran trabajo, por esta sencilla comida o gran banquete, por la lluvia y por el sol, por los hijos, por lo que nos den. Desde que quedé parapléjico, convertí esa dificultad en oportunidad para triunfar”.

6. Vencer la discriminación

“Estamos en un mundo que discrimina a quien le falta una mano, los ojos o las piernas. No respetamos las zonas azules, las de parqueo, en especial en Latinoamérica.

Cuando uno se mete en un proyecto, lo primero que le dicen es ‘¿Pero cómo lo vas a lograr? Si no son capaces con ambas piernas, con una sola será imposible’. Te relegan, te hacen ver ínfimo, te hacen ver como nos llamaban antes, minusválido, que palabra tan atroz. No somos minusválidos ni personas con discapacidad sino con capacidades diferentes o alternativas.

A la gente hay que mostrarle que poseemos otras condiciones alternativas, incluso podemos aportar más valores o principios a una sociedad que lo requiere. Tengo un Récords Guinnes por haber escalado las siete cumbres más altas, pero lo que vale es que una dificultad la converti en oportunidad. Discapacitado es quien dice ‘no soy capaz’, ‘no tengo plata’, ‘no quiero’”.

7. Los hijos, la inspiración

“Lo más importante es darles ejemplos positivos a tus hijos, que comiencen a ver en ti que eres un líder, ecuánime, que lo que dice lo hace, mis hijas nunca me han visto borracho o drogado sino persiguiendo ideales difíciles, madrugando a entrenar.

Así me salió la hija mayor, que es oficial del ejército colombiano, tiene 23 años y es de las primeras mujeres al mando de tropa, es paracaidista, jefe de salto, tiene el curso de policía militar, curso avanzado de combate con los marines de Estados Unidos, francotiradora. Mi esposa es líder del mercadeo en Latinoamérica de una multinacional, Adriana Restrepo. Ella, que lo más extremo que había hecho era subirse a un ascensor, se fue conmigo a la última montaña más alta de Oceanía, la Carstensz, para mostrarle a su equipo de mujeres que ellas también pueden”.

8. La cima no es el fin

“Cuando uno llega a una cima no es el fin sino el medio para llegar a otra. Hay que inventarse siempre otra locura para seguir inspirando a otros”.

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